Eduardo Viladés, MQMP.- Alumna aventajada de la Universidad Politécnica de Valencia, Maite Ortega decidió dedicarse de lleno al mundo del arte tras un Erasmus en Bélgica. Nacida en la localidad murciana de Yecla en 1989, hace cinco años que vive en Madrid, donde es la coordinadora de la Escuela Minúscula de Ilustración y parte integrante de Proyecto Kahlo, una revista feminista en Internet.
Sus fuentes de inspiración son muy heterogéneas, pero se nutre en especial de la música, el arte con mayúsculas y la naturaleza. “Me interesa mucho todo lo simbólico”, asegura. “Al mismo tiempo, no pierdo jamás de vista a la mujer. La intención que subyace en casi todo lo que hago es feminista”.
En Valencia, Maite se especializó en dibujo en la Facultad de Bellas Artes. Estuvo becada en Bélgica, seleccionada en el II Encontro de Artistas Novos en Santiago de Compostela y en diversos proyectos de arte urbano en Madrid.
“Lo que busco con mis creaciones es que quienes las vean se identifiquen con alguna emoción. Soy consciente de que cada persona es un mundo y es posible que no perciban la intención con la que ideé determinada obra, pero me basta con que se emocionen. A la par, es muy enriquecedor que cada uno aporte su granito de arena en función de sus vivencias y recorrido vital”.
En las dos instantáneas anteriores, vemos a las denominadas niñas ardilla y la niña león. Pertenecen a la serie “Protección Animal”, de 2015, en la que Maite recuperó antiguas fotografías anónimas de niños. “Bordaba sobre ellas el animal que me sugerían según su físico o su posición. La idea parte de un libro de arte folk chino en el que había prendas bordadas con animales que las mamás confeccionaban a sus hijos para protegerles de los malos espíritus”.
Sin duda, en la subjetividad reside parte de la grandeza del arte. Maite es una de las ilustradoras y dibujantes más reclamadas de Madrid. Con tan solo 29 años se ha labrado un nombre propio y apenas tiene un hueco en su agenda de aquí a los próximos meses.
Su filosofía se define en “mostrar la sensibilidad de los objetos que manipulo a través de la sencillez”. Le interesa todo lo relacionado con el dibujo, el collage, el bordado, el diseño de moda y la ilustración. Para ella, saber es como respirar y no deja de asistir a cursos y seminarios para aprender.
Uno de sus mejores amigos es Javier González, diseñador responsable de Urde Estudio y que MQMP entrevistó en exclusiva hace un par de meses.
“Conozco a Javier porque coincidimos hace tres años cuando él trabajaba con Leandro Cano”, subraya Maite. “Colaboré con ellos con mis bordados y, desde entonces, hemos seguido en contacto. Tenemos muchos puntos de vista en común y entendemos el arte y la moda de manera similar. Estuve en su desfile en la MBFWM y me pareció una colección preciosa, muy sentida y personal. Me apasiona la forma en la que Javier entiende la moda y su forma de transmitirla es cercana y sensible. Además, es una persona estupenda y con un talento impresionante”.
Plenamente de acuerdo con las apreciaciones de Maite. Javier fue exquisito a la hora de entrevistarle y MQMP ya auguró un futuro prometedor para el joven diseñador riojano. Su colección, Anhelo, que presentó en la Mercedes-Benz Madrid Fashion Week, recibió decenas de críticas positivas.
En la fotografía anterior, apreciamos una peonía bordada.
Una peonía es una planta de grandes flores rojas o rosáceas, propia de lugares húmedos y laderas montañosas y que se cultiva con fines ornamentales. Maite nos comenta lo que deseaba transmitir: “Mi intención es proteger mediante el bordado de elementos vegetales a mujeres anónimas o de mi propia familia para hacer visible la necesidad de prestar atención a la desigualdad de género que vivimos”.
Al hablar de Javier, Maite ha mencionado que colaboró con el riojano con algunos de sus bordados. También hemos descubierto algo con las fotografias que hasta ahora la propia Maite nos ha desgranado. Vayamos más alla e incidamos en esta faceta de la joven artista: “El mundo de los bordados me encanta. Puede parecer extraño porque nadie en mi familia ha bordado en la vida, pero yo sentía que tenía que hacerlo, así que me lancé a la piscina y aprendí a bordar y coser por decisión propia”.
Maite aprendió a bordar cuando llegó a Madrid hace cinco años. Siempre le había gustado el hilo como herramienta para sus creaciones y lo había utilizado de forma experimental, pero sin aplicar una técnica concreta. “Así que al venir a vivir a la capital me apunté a clases de bordado en tela. Aprendí a bordar desde cero y de la forma tradicional, viendo los diferentes tipos de materiales, puntadas, el proceso, etc. Con la ayuda de las profesoras fui aplicando todos esos conocimientos más “clásicos” a mi trabajo y experimentando con ellos”.
En la fotografía superior, vemos una de las primeras piezas de bordado de la ilustradora yeclana. “Es una reproducción -no una fotografía original- de mi familia materna: mis abuelos, mi madre y mis tíos. Aún no sabía bordar y fue un experimento con hilo, donde cada persona tiene una extensión de energía que surge de su corazón según la edad y el color que me sugerían”.
El mundo de los símbolos y de los sueños es esencial en el trabajo de Maite y el bordado le permite evadirse a universos paralelos. “Me parece una técnica muy rica, tanto en significado y emoción como en su proceso más físico. Para mí supone una especie de ritual. Es un momento de reflexión personal muy importante”.
Maite nos comenta lo que contemplamos en la instantánea superior: “Es una fotografía original y anónima que compré en el rastro. Con el bordado los hago más anónimos y a la vez individuales aplicando colores diferentes en sus miradas. Pertenece a la serie Héroes de lo cotidiano, 2015”.
La murciana cuida hasta el extremo la preparación de los hilos y agujas, la superficie, el motivo a bordar e incluso el ambiente de trabajo. Maite es muy meticulosa y bordar lo requiere: “Me fascina la capacidad de esta técnica para conocerse a una misma, es como meditar. No te puedes figurar la importancia que adquiere la conexión de las manos y el cerebro con las emociones”.
En la fotografía superior, admiramos una fotografía original y anónima bordada de modo tradicional, “con una técnica que se utilizaba mucho para prendas de la realeza. Simboliza el paso de la niñez a la adolescencia y el valor de lo femenino”.
Feminista convencida, Maite reivindica el bordado como arma de empoderamiento de la mujer: “Ya la propia técnica tiene mucho significado histórico. Hace no muchas décadas, era el único momento en el que las mujeres podían estar solas consigo mismas, en habitaciones separadas del hombre en donde daban rienda suelta a su imaginación y creatividad. De hecho, algo que me gusta mucho remarcar es que muchas mujeres que no tenían acceso a la cultura aprendieron a leer gracias a los alfabetos bordados que realizaban”.
La obra de Ortega puede verse cuando participa en alguna exposición o evento. Algunas de sus piezas se admiran en la galería Échale Guindas de Madrid. Sin olvidar su portal de Internet.
“Me presento a diferentes concursos y convocatorias, últimamente también enfocadas al arte urbano, ya que me interesa llevar mi trabajo y el mundo del bordado a la calle y al gran formato. Toda su simbología tiene otra visión al cambiar su tamaño y salir del espacio personal al público”.
Para ella, bordar e ilustrar es crear tendencia y apostar por la moda.
“La moda para mí es algo muy personal, una expresión de las emociones. Va mucho más allá que cuatro telas bonitas. Me gusta que las prendas transmitan algo y que estén confeccionadas desde el cariño. Por eso no comparto la visión de la moda desde la parte superficial y consumista, me parece una forma errónea de entenderla”.
“En los bordados –añade Maite- se transmite mucho esta idea que pretendo inculcar. Aunque muchas veces forman parte de prendas de costes elevados, se han realizado con una delicadeza y cariño tremendos, con enormes dosis de paciencia. Pueden ser piezas espectaculares, verdaderas obras de arte”.
Vegetariana desde hace nueve años, le encanta cocinar. No solo experimenta con sus bordados e ilustraciones, también con sus platos. Ahora está estudiando cocina vegana y sus amigos hacen cola para que les invite a su casa para probar sus especialidades: guacamole, humus y lasaña vegana.
“El cine y el teatro me gustan bastante, aunque mi pasión es la música. No puedo crear sin una melodía de fondo”, dice entre risas. Viste de modo informal, casi siempre con alguna prenda turquesa o coral, sus tonalidades favoritas. Si tuviese que elegir alguna película de cabecera, se quedaría con Olvídate de mí (2004, Michel Gondry).
La cinta contiene elementos del thriller psicológico y emplea una narrativa no-lineal para explorar la naturaleza de la memoria y del amor romántico. Ganó el Oscar al mejor guión original, Kate Winslet fue nominada a mejor actriz y, con el paso de los años, se ha convertido en un filme de culto.
Maite no para y tiene varios compromisos de aquí a los próximos meses. “En octubre expongo en Santander y en enero de 2019 en Madrid. En ese intervalo continuaré con mi participación en diferentes eventos porque hay que estar al día. Imparto también talleres de bordado y otras técnicas plásticas. Si te digo la verdad, me gustaría dar el salto al extranjero aunque, de momento, todo lo que tengo planteado es en casa”.
Este verano no sabe adonde irá. A Murcia, a ver a la familia, por supuesto, “aunque eso no cuenta”, remarca divertida. “Me volvería loca si pudiese ir a Canadá”. Mejor en verano, le comento, que de Yecla a Vancouver así de pronto en pleno enero puede conllevar ciertas dosis de sufrimiento glacial.
Maite ha recorrido casi toda la geografía española con sus creaciones, pero de donde guarda un recuerdo más especial es de nuestra tierra: “En Navarra estuve exponiendo en el verano de 2016 en el maravilloso parque de Bertiz. Me contactaron para que participase en un conjunto de exposiciones del programa cultural Kultur Navarra.
Fue una de las experiencias más bonitas en las que he trabajado y la recuerdo con muchísimo cariño. Desde el primer momento en que llegué al valle del Baztán me envolvió su magia. Me sentí muy privilegiada de poder mostrar mi trabajo allí y el respeto por la naturaleza y las tradiciones que se respira”.
En Navarra seguimos esperándola con los brazos abiertos. “La serie la titulé Árbol de familia y estaba dentro de una propuesta llamada Un Jardín en el jardín. Realicé reproducciones de fotografías de la familia que fundó el jardín, un espacio que trabajé con bordado y collage. Además, dentro de la sala, hice una instalación de hojas y flores de papel, tela e hilo junto a ramas del parque”.
Fuerza y ganas no le faltan a Maite Ortega. Asegura que no puede parar de crear y que hay veces que le cuesta desconectar. Y yo le digo que no hacer nada es un modo de hacer, que se tumbe en el sofá, mire al techo y verá cómo surgen las mejores ideas. Si se tumba después de haber comido su guacamole y su lasaña vegana, la explosión de creatividad puede ser brutal. Nosotros estaremos aquí para hacernos eco de su arte y apoyarla en el prometedor futuro que se presenta ante sus ojos.